26 jul 2014

Su Tumba

Hoy ha sido un día doloroso. Tanto que, como hacía muchos años que no me sucedía, mis ojos se han aguado. Y precisamente estando yo incapaz de comprender mi propio dolor, llegó a mí de forma casi divina esta frase:

"La musa o muso no es un sujeto pasivo. Se requiere de su personalidad, de su existencia y su entrega para poder ser en el otro."

Hoy, estoy de luto. Mi muso, mi estrella más alta, mi luna preciosa, el amante de mi imaginación ha muerto. No me refiero a una muerte poética, sino a una tan irreversible, que ya no me permitirá probar de nuevo el sabor de su esencia. Él ha desaparecido, quedándose solamente el amargo recuerdo de su ser en mi memoria. Y todo lo escribo con la sal de mis lágrimas.

Creo que será difícil de entender para otros lo que significaba este joven para mi, lo que su ser me entregó durante años y lo que hizo con mi vida, mis sentimientos y... sobre todo, con mi espíritu. Sin duda, sentía un amor por él, pero no un amor romántico, sino uno que va mucho más allá de las frivolidades de la carne y la admiración profana. No es un amor del que te recuperas, sino del que te marca para siempre, que se vuelve parte de tu ser y que es irreemplazable. Como cuando pierdes a un hermano, a un hijo, a un igual... a una parte de ti.

Había un ser dentro de mi que luchaba por existir, que vivía en alma pero que necesitaba un cuerpo, una carne para proyectarse y terminar de nacer, y tú lo hiciste posible... enamoraste a ese espíritu, lo encerraste entre los pliegues de tu carne, lo ayudaste a elevarse, a transitar entre los hombres y a darle vida ante mis ojos y lo volviste tuyo para siempre, sin darte cuenta que tu partida le rompería el corazón.

¿Por qué tenías que irte? Nunca comprenderás el dolor que has dejado dentro de mi ser, ni sabrás todo lo que hiciste por mi durante estos años. No era sólo tu belleza tan encantadora, tan sublime y verdadera, una que rebasaba la admiración de todo aquel que se cruzara en tu camino, para bien o para mal, ya que el mundo era incapaz de pasar a lado tuyo sin mirarte, sino el hecho de que fuiste el único que cautivó el corazón del otro ser que habitaba dentro de mi, tanto así, que se materializó a tu imagen y semejanza. Nunca lo sabrás, pero tú lo hiciste más real y eso jamás terminaré de agradecértelo. Me ayudaste a tener los mejores años de mi vida, a empezar una vida totalmente nueva.

Apenas te has ido hoy, y ya te extraño desde hace meses...

Mi verdadero espíritu te agradece, desde lo profundo de su existencia, el que le hayas regalado tu cuerpo y con eso, permitido nacer en el mundo humano. Ahora que te has ido, se quedará por siempre aquí, a tu imagen y a lado de los que le amamos. Gracias por todo mi hermosa estrella... adiós y buena suerte. Te amo.




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